En el comportamiento organizacional, las emociones ocupan un eje central, debido al impacto que tienen en todas las empresas (Robbins, 2004). De acuerdo con Robbins, las emociones no se pueden separar del trabajo porque estas no se pueden separar de los trabajadores. Además, según Deming (1989), el miedo tiene un alto precio en las organizaciones, ya que despoja a los trabajadores de su orgullo, los hiere y los priva de la oportunidad para contribuir en la innovación y por ende, en las metas organizacionales. Bajo los postulados de Deming (1989) diferentes autores continuaron investigando sobre el miedo en el lugar de trabajo desde el enfoque de la calidad y la productividad. Por ejemplo, Ryan y Oestreich (1991) encontraron que por miedo a repercusiones, los trabajadores preferían callar y no comentar sobre los errores. Jericó (2006), Lowe y McBean (1989) y Suárez (1997) encontraron que en las organizaciones el miedo se presenta de diferentes formas, por lo cual formularon listas de miedos, como el miedo al cambio, a perder el puesto de trabajo, a perder el poder, a no saber, a fallar.
Todo esto hablando del miedo en el trabajo y también, ¿qué hay del miedo a emprender? a lanzar esa empresa, esa canción, ese libro, esa escultura, ese sueño.
A ese miedo que nos detiene de lograr nuestros objetivos de vida, nuestros sueños, nuestras más altas metas; yo le llamo El Señor Miedo. A lo largo de mi vida como estudiante, empresario y ganador de diferentes competencias nacionales e internacionales, he vivido acompañado del Señor Miedo. Ese fulano que tenemos en la mente todos los días y que simplemente nos dice no eres lo suficiente para esto.
Vamos unos años atrás, vamos a cuando tenías seis años y piensa ¿qué querías ser de grande? Bailarín, astronauta, cantante o bombero. ¿Y qué paso?, pues pasó que llegó el Señor Miedo y te dijo: no, tú no. Y de repente, le hiciste caso, cambiaste tus sueños, por un trabajo estable o por una vida que al final te convenciste, o te convencieron, de que era mejor que tus propios sueños.
El miedo tiene un impacto más grande del que podemos imaginar tanto en las empresas como en nuestras propias vidas. Queremos lograr grandes metas, pero no hemos aprendido a dominar esa vocecita del Señor Miedo, tomar valor y regresar y decirle: No, señor miedo hoy no, hoy no te escucharé, hoy tomaré mis propias decisiones porque soy lo suficientemente capaz de lograr cualquier cosa que me proponga.
Pareciera un proceso tan largo y difícil lograr nuestros objetivos, pero la realidad es que nos corresponde únicamente saber decirle al Señor Miedo todos los días: hoy no; y lograr avanzar, trabajar, prepararnos y alcanzar nuestras metas.
La mala noticia es que, esa voz, no desaparece, porque nos sirve, nos ayuda a cuidarnos de los peligros naturales y a vivir con precaución ante las adversidades y complejidades de la vida, correr en un temblor, salir de una tormenta o huir ante un tiburón; pero nunca debería ser una autoridad superior para mandarnos qué sueños sí cumplir y cuáles no cumplir. Esa voz del Señor Miedo, también la tiene Shakira, Maluma y la tuvo Gandhi, la voz natural del miedo humano, pero aprendieron a manejarla y a dominarla y por eso, lograron grandes cosas.
¿Cuántas buenas ideas se quedan solo en eso, en ideas? Seguramente millones o miles de millones, y todas ellas, grandes ideas que pudieran cambiar al mundo se quedan en eso, en ideas, gracias al Señor Miedo. Y no solo dejaste de lograr tus objetivos, sino que dejaste al mundo sin tu producto, servicio o innovación; ¡qué irresponsabilidad! Por esto, nos corresponde aprender a vivir con esta voz, dominarla y avanzar a perseguir nuestros sueños.
Nunca se han calculado las pérdidas millonarias que tiene el impacto del miedo en las organizaciones y en el mundo, pero créeme que son mayores que las pérdidas por cualquier crisis nunca antes vivida.
Además, piensa, ¿Qué puede pasar? Si lo intentas, puede que, logres lo que siempre has querido, si no lo intentas, seguramente nunca lo lograrás; así que tú decide. Es momento, de escuchar al Señor Miedo y decirle: No Señor Miedo, hoy no. Hoy no haré caso a tu voz; hoy haré caso a mi propia voz.
Haz la prueba, al escuchar esta voz del Señor Miedo, respóndele así el día de hoy y seguramente, te sorprenderás a ti, y muy pronto, sorprenderás también al mundo entero.
¡Atrévete!
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