Hace algún tiempo, me tocó escuchar cómo un empresario se quejaba de la labor de sus trabajadores, cada uno de ellos con una gran carrera profesional a cuesta propia y un nivel de especialización altamente competitivo. “Lo que pasa es que ninguno de ellos tiene el fuego interno de ser líder”, le escuchaba decir con una mezcla de frustración y enojo en su voz, mientras revisaba las tareas llevadas a cabo en la semana. Y es que, lamentablemente, este es el principal obstáculo de una gran parte de las organizaciones en la actualidad: la falta de recursos que presenten las capacidades de liderazgo y todo lo que este involucra puede impedir a una empresa pasar de ser de una entre tantas a la líder del mercado.
La problemática se extiende más allá de la perspectiva organizacional e involucra también al ambiente interno en el cual se desenvuelven los trabajadores. La falta de un liderazgo adecuado deteriora el ambiente laboral a pasos agigantados y genera descontento general entre la plantilla, que no sabiendo cómo y en qué momento deberá tomar decisiones críticas, terminará tropezando de manera habitual en la realización de sus actividades cotidianas y generará la inmensa gama de costos que las fallas, rediseños y errores producen en una organización. Los empleados perciben esta falla en el sistema de gestión, y a su vez forman críticas severas ante la toma de decisiones, lo cual provoca desidia y confusión, de modo que un sistema de por sí ya deteriorado termina por volverse un verdadero desastre administrativo.
Es prudente hacer una aclaración antes de proseguir. Cuando hablamos de liderazgo, podemos tratar con dos perspectivas muy distintas: la primera, y erróneamente considerada como norma en muchas organizaciones, estima que el liderazgo es simplemente definido por la creación de una estructura formal de poder, la cual se instaura con el fin de dictaminar directrices claras acerca de las instrucciones y objetivos por seguir. Las organizaciones que “escogen” esta definición del concepto suelen pensar que la simple creación de puestos jerárquicos las llevará a un desarrollo pleno de las actividades innatas de la empresa; sin embargo, a la vez exoneran al individuo señalado de los principios básicos que marca la segunda perspectiva. La segunda definición, en cambio, identifica al liderazgo con el conjunto de cualidades, capacidades y aptitudes natas y adquiridas que presentan ciertos individuos, distinguiéndose de los demás pero, a la vez, otorgándoles el reconocimiento de sus colaboradores como símbolo de guía, autoridad o voz entre ellos.
Ya aclarado el tipo de liderazgo al cual debemos enfocarnos, una pregunta se alza con fuerza ante las demás: ¿Cómo distinguiremos a un líder cuando se nos presente? La respuesta amplia explicaría que cada tipo de liderazgo es único e incluso suele funcionar mejor ante ciertos entornos que otros, etc. Sin embargo, podemos distinguir ciertas características presentes en todos los grandes líderes empresariales, creando así una respuesta más rápida y clara.
¿Cómo ser un buen líder? 7 características básicas
Visión. El “ahora” es una dimensión sin potencial alguno por sí solo; las acciones realizadas deben siempre estar encaminadas al cumplimiento de objetivos y metas futuras aún mayores. Los líderes comprenden esto, y elaboran planes ambiciosos, e incluso descabellados, ante el entorno, pero que ellos saben que marcarán las tendencias del mañana.
Iniciativa. Los líderes no esperan para tomar decisiones de forma reactiva ante las adversidades, sino que se cultivan de manera constante y buscan crear diversas estrategias y planes adecuados para cada situación.
Amor al riesgo. El liderazgo ejercido de forma correcta suele conllevar poder de decisión, y esto a la vez siempre involucrará un riesgo. Los líderes no se encogen ante el riesgo, sino que lo definen, analizan e incluso lo buscan de manera activa, ya que son estos desafíos los que acompañan las mayores recompensas para ellos y sus colaboradores.
Crecimiento mutuo. Los líderes no se consideran superiores al resto de los empleados y saben que el crecimiento general de su equipo equivale de manera proporcional a su propio crecimiento, por lo que lo motiva y apoya en todo aspecto que sea posible.
Empatía. Es básico para cualquier líder el poder identificarse con los integrantes de su equipo e intentar captar los motivos que rigen su curso de acción, para así prestar su apoyo cuando suceden acontecimientos que afecten sus actividades cotidianas en la empresa.
Comunicación. Todo grupo que desee el éxito requiere un liderazgo eficaz; a su vez, ningún líder puede existir sin un grupo de trabajo. Esta simple relación de mutua dependencia obliga a todo líder a aprender que la comunicación continua, directa y armoniosa es el fundamento de toda relación laboral.
Modelos. Una característica única de los líderes consiste en servir como ejemplo con sus allegados. La gente ve en el líder un motivo para su propia mejora, incluso sin que este lo pida o lo busque de manera activa. Un buen líder se dará cuenta de esto y regirá su actuación de manera profesional e irreprochable pero a la vez manteniendo una actitud amigable.
Este tipo de liderazgo es en el cual debemos invertir los recursos necesarios para asegurar su captación y permanencia en la empresa. Estos líderes son los que debemos mantener a toda costa, ya que poseen habilidades únicas que dentro de una organización logran generar ideas desafiantes e innovadoras, proporcionar valor, destacar a la organización ante los agentes relacionados con ella y formar una cohesión entre los integrantes que ninguna otra técnica puede establecer.
En pocas palabras: son la chispa que logra encender el verdadero potencial de una organización.