Innovación

No hay innovación en la empresa mexicana sin ciencia e investigación

Es común escuchar entre el gremio de industriales y empresarios que la innovación es un recurso fundamental para mantenerse en el “terreno” frente al implacable contexto económico determinado por la competitividad. Martha Elena Violante, editora en jefe de Entrepreneur México, publicó en 2018 el comentario de Víctor de Ávila, director de estrategia e innovación en Sacyr, en el cual destaca que “el mayor peligro de una empresa está en olvidar lo peligroso que es no innovar”.

Pero la innovación no es un asunto de concepción o adopción que se almacena en el imaginario de los estrategas, o que ocurre de forma espontánea en las empresas; esta requiere planeación, recursos, tiempo y, en mi opinión, requiere ciencia e investigación, ruta poco elegida pero adecuada para detectar puntual y objetivamente problemas, detonar ideas nuevas, esbozar propuestas ad-hoc (incluyendo tecnológicas), ejecutar, validar sus resultados y retroalimentar el proceso.

Se conocen múltiples casos de empresas y organizaciones en el mundo que han logrado posicionarse en el mercado como innovadoras, echando mano de la estrategia de marketing de desarrollo de nuevos productos y/o nuevos modelos de negocio, incluso con innovación abierta (entiéndase aquella que se realiza en colaboración), sin embargo, se suele admirar la punta del iceberg sin observar la inversión intelectual que hay de base; sí ¡INVERSIÓN INTELECTUAL!

Es equivocado considerar a las actividades de ID+I (Investigación, Desarrollo e Innovación) exclusivas de las grandes empresas por percibirlas costosas; las nano, micro, pequeñas y medianas empresas pierden de vista que son procesos alcanzables si se cuenta con el recurso humano formado adecuadamente, el recurso económico solo determina el cómo, pero lo realmente importante es la IDEA y la visión que se tiene de ella. ¿De dónde surgen las IDEAS? De estudiar el entorno, el mercado, de comprender la realidad que se vive, en la que están inmersas las organizaciones, la sociedad, cada individuo; de detectar sus carencias y los huecos que continúan sin ser cubiertos. Ya resulta obsoleto mantener la “estrategia” de copiar a otras marcas que se idealizan como exitosas; se requieren nuevos conceptos de productos y negocios de acuerdo a la caracterización del entorno; si las empresas no palpan la realidad será imposible que respondan adecuadamente a ella.

Pero ¿Cuál es esa realidad? Ahora mismo enfrentamos un contexto económico precario a nivel mundial, azotado aún más este año por la pandemia de COVID-19. De acuerdo con la ONU (2018) y el Banco Mundial (2020), en el 2015 había 734 millones de personas viviendo con menos de $1.90 USD al día (el 10% de la población mundial) lo que representaba una disminución del 36% en relación con 1990 cuando había 1 900 millones de personas en dicha condición. Sin embargo, se prevé para este 2020 un incremento en la pobreza mundial al caer en ella de 40 a 60 millones de personas que vivirán con hasta $1.90 USD al día; de 40 a 150 millones de personas que vivirán con $3.20 USD al día; y de 70 a 180 millones de personas que vivirán con $5.50 USD al día. La pérdida de empleos, reducción de movilidad internacional y de remesas, alzas de precios, interrupción de servicios de alto contacto y saturación en servicios de salud son algunas de las consecuencias que la enfermedad COVID-19 ha dejado a su paso por el mundo. En México, la pobreza disminuyó de un 11% en 2008 a un 7.4% en 2018; sin embargo, de los 126.2 millones de mexicanos, 52.4 millones viven en pobreza y de 12.3 a 9.3 millones viven en pobreza extrema, es decir, dos de cada cinco personas son pobres en México, dos más son vulnerables de serlo por sus bajos ingresos y solo una persona de cada cinco no es ni pobre ni vulnerable. Este es el “dramático” escenario donde las empresas y sus clientes cautivos se ubican … pero ¿Por qué no ver una oportunidad de nuevos socios, mercados y clientes potenciales?

Los problemas representan retos, oportunidades, si se logran identificar, analizar y comprender sus causas y los efectos que provocan; entre las primeras se identifican los intereses particulares de unos cuantos y la deficiente educación que no permite, en conjunto con la vulnerable condición de vida de las personas, que estas se desarrollen adecuadamente. La combinación de esto ha generado, entre otras cosas, un sistema económico ineficaz que, en consecuencia, ha favorecido la concentración de riqueza, la desigualdad y marginación (incluida la tecnológica), la división social, la demagogia y oportunismo gubernamental y político, afectación al medio ambiente y un sistema de salud débil incapaz de atender con la calidad requerida a cada uno de los mexicanos. De acuerdo con un estudio realizado por UNIVA (2016), las personas en pobreza valoran la salud ya que su trabajo depende de ella, por la actividad física que les exige (albañiles, cargadores, jornaleros, por mencionar algunos).

Ante esta realidad, surgen una serie de retos para organizaciones y empresas, la propuesta de aplicar una INNOVACIÓN auténticamente SOCIAL, responsable ambientalmente, que implica abrirse a nuevas concepciones y modelos de trabajo, menos individualistas y más colaborativos, menos centrados en lo material y más en el ser humano, nuevas perspectivas que den paso a una Economía Social y Solidaria, con emprendimientos sociales y desarrollo de tecnologías apropiadas e incluyentes. Aún hay mucho por indagar sobre opciones como Capitalismo Social o Capitalismo Consciente, sobre el Capitalismo de Stakeholders y el Consumo Transformador; pero es difícil hacerlo si quienes han de estar involucrados en dicha indagación, las empresas, no lo hacen; necesitan reconocer que, para reducir su desconfianza, sus temores al cambio y los posibles riesgos, necesitan realizar investigación y, para lograr el desarrollo, aplicar la ciencia.

El país requiere más investigadores científicos dentro de las organizaciones y empresas, para abrir con visión el sendero que estas han de cruzar y porque siempre será mejor hacerlo sin una venda en los ojos.

Dra. Irma Livier De Regil Sánchez

Jefa de Investigación UNIVA Campus Guadalajara Egresada del Doctorado en Ciencias de la Administración UNIVA

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